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Carlos Ibáñez del Campo (Linares, 3 de noviembre de 1877-Santiago, 28 de abril de 1960) fue un militar y político chileno, que ejerció como presidente de la República en dos ocasiones diferentes: en su periodo dictatorial de 1927-1931 y en su periodo legítimo y democrático de 1952-1958. Igualmente fue ministro de Estado durante los gobiernos de los presidentes Emiliano Figueroa y Arturo Alessandri, en las carteras de Guerra e Ministerio del Interior de Chile, respectivamente. Previo a su segunda administración, fungió como senador en representación de la 4.ª Agrupación Provincial de Santiago entre los años 1949 a 1952.[2]
Su principal aporte a la historia política chilena fue haber fundado una serie de instituciones que modernizaron parcialmente al Estado de Chile; dentro de estas se pueden contar a Carabineros de Chile (1927), o la Contraloría General de la República. Sin embargo, su concepción económica no fue eficaz a la hora de controlar la inflación, motivo por el que la dictadura militar del general Augusto Pinochet (1973-1990) creó una nueva Constitución en 1980 cuyas disposiciones permitieron la privatización de las empresas creadas por Ibáñez como LAN Chile (1929) o IANSA (1953). Asimismo, su Código del Trabajo (1931) fue reemplazado por el Código Laboral de 1987 inspirado en las ideas del economista José Piñera Echenique, quien se desempeñó como ministro de Pinochet en esa área (1978-1980).
Ibáñez hizo su primera aparición en política a través del golpe de Estado de 1924, el cual buscó derrocar al sistema pseudo-parlamentario y restaurar al presidencialismo derrotado en la Revolución de 1891. Por defecto, quien estuvo afectado por el movimiento de 1924 fue el presidente Alessandri (1920-1924), quien fracasó en poder hacer reformas distributivas y neutralizar la acción de los militares, también afectados por sus bajos salarios. Producto del golpe, Alessandri renunció y se exilió, pero Ibáñez y otros militares orquestaron su vuelta para que, en definitiva, organizara la Constitución de 1925.
Tanto Alessandri como Ibáñez se aliaron estratégicamente en torno a un mismo objetivo: terminar con la Constitución de 1833 para implantar un nuevo orden benefactor.[3] Si bien el nuevo texto fue promulgado en condiciones irregulares, este contó con el apoyo general de los partidos y permitió la vuelta de Alessandri a la presidencia. No obstante, sus múltiples rencillas con Alessandri llevarían a Ibáñez a hacer uso de su influencia para deshacerse de él y sus opositores, lo que terminó en su definitiva toma del poder en 1927.
Su primer periodo se trató de una dictadura de facto y se caracterizó por acentuar los fundamentos sociales y desarrollistas de la Constitución de 1925. En su segundo gobierno quiso consagrar las medidas económicas del primero, por lo que además de IANSA, creó entidades como el Banco del Estado de Chile. No obstante, Ibáñez fracasó en su objetivo de consagrar las políticas de su primer periodo debido al disparo de la inflación producida por el alto gasto público, la hiperdependencia del cobre y la Guerra de Corea (1950-1953).[4] Por tal razón, su gestión en la década de 1950 se divide en una fase populista (1952-1955) y otra parcialmente liberal marcada por las necesidades económicas y la pérdida de apoyo popular (1956-1958).
Su segundo mandato no dejó legado doctrinario alguno y terminó siendo un periodo de transición entre los gobiernos radicales (1938–1952) y la época de los tres tercios (1958-1973), periodo donde tuvo lugar una exclusión mutua entre la izquierda, la Democracia Cristiana (DC) y la derecha hasta el golpe militar de 1973. A pesar del no-legado de Ibáñez, no deja de ser importante la crítica positiva que este líder dejó en políticos como el socialista Carlos Altamirano Orrego.[5]